Lo que te puede cambiar la vida por un resbalón o caída…GRIP HERITAGE, S.L busca la seguridad de las personas a través de Tratamientos antideslizantes:
No puedo llevar zapatos normales, sólo zapatillas de suela gorda para amortiguar la pisada, ni hablar de parisinas ni tacones si quieres ponerte bonita, pero eso es lo menos malo. Andas un poco y te cansas y subo unas escaleras y tengo que hacer paradas como si escalara una montaña, duele y estoy harta de medicinas y rodilleras». Shiara P. F., de 26 años, cojea desde hace ocho meses «y todo por un resbalón en un charco», explica.
La joven, arquitecta que prepara el proyecto fin de carrera, trabajaba de prácticas en una empresa de Bilbao. Vecina de Barakaldo, enlazaba con el tren en Abando y se bajaba en la estación de Miribilla, la infraestructura ferroviaria situada a cota más baja de España. El 12 de febrero de 2012 descargaba una «tremenda tromba de agua» sobre la ciudad que llenó de goteras la estación e inundó de charcos el suelo, algo que este verano seguía ocurriendo, según comprobó la propia afectada. Shiara cree que el firme es tan resbaladizo porque no está preparado para que entre agua y porque se ha construido con un material que se emplea en lugares cerrados.
Al bajar del tren, tuvo la mala suerte de patinar en un charco, se cayó y se hizo un esguince en la rodilla derecha. Como pudo –le dolía tanto que no podía pisar– subió hasta donde estaba el factor de la estación y «enfadada» protestó: «Pero, ¡cómo tienen esto así!». «Presente una reclamación», le contestó. Después de mirarse la rodilla en el baño del trabajo y ver que estaba «hinchada», decidió coger un taxi e ir al hospital de Cruces, donde le escayolaron la pierna desde la ingle hasta el pie y le vendaron el brazo derecho. Se había dañado también la muñeca.
Según su relato, un par de días después, con muletas, la llevaron de nuevo a Miribilla para presentar la reclamación, que incluía el informe médico, fotos de los cubos con las goteras y un testigo. La joven recordó que solía coincidir con un chico todas las mañanas que vio cómo se caía y decidió esperarle y preguntarle si se prestaría a ayudarle, a lo que accedió. Después de que una portavoz de la compañía de seguros Alianz le dijera que al no haberse producido la caída dentro de un tren no estaba cubierta, se dirigió a las oficinas de Renfe en Madrid, donde admitieron la reclamación y citaron a declarar al testigo en Madrid el día 24 de junio a las 9.30 de la mañana. «¡Si no me conocía de nada!, sería como para darle un premio, ni que estuviera enamorado de mí, sólo si fuera alguien de mi familia se iría hasta Madrid y haría noche allí para ayudarme», protesta la joven. Desde entonces, «no he vuelto a recibir ninguna respuesta». Debido a la lesión permaneció tres semanas de baja. «Tal como están los tiempos, cómo vas a faltar, volví a trabajar aún cojeando, sin haberme recuperado».
«Quemada»
Según un portavoz de la compañía, los viajeros están cubiertos en caso de caída por un seguro obligatorio que les cubre la asistencia sanitaria. «Si ella considera que la lesión que ha sufrido requiere una compensación económica, puede reclamarlo y es lo que ha hecho». Respecto a la citación en Madrid, aclara que el gabinete jurídico de Renfe se encuentra en la capital madrileña y que, de haberlo solicitado, el testigo podía haber declarado en una oficina de Bilbao. El caso de Shiara se encuentra «en trámite» y «la compañía tiene que completar el expediente», señalan. Renfe reclamó hace un tiempo a Bilbao Ría 2000, la empresa responsable del proyecto de la estación, para que reparara algunos fallos de los que se quejaban los usuarios y vecinos, los malos olores provocados por alguna conexión de la estación con cañerías.
La joven se confiesa «quemada». El esguince degeneró en una «colecciona», una acumulación de líquido de la articulación. «El líquido me ha reblandecido el hueso y el cartílago y deshilachado el ligamento, tengo que tomar medicamentos de la osteoporosis para endurecerlo». Esta semana ha comenzado a hacer rehabilitación. Es posible que tenga que pasar por el quirófano para que le reconstruyan el ligamento con tejidos propios, con una prótesis o con una rótula de un fallecido, «y tengo 26 años». Ocho meses después de la caída, aún tiene la rodilla hinchada y sigue cojeando.